27 de febrero de 2017

La Entidad

El ente demoníaco encontró un hombre del cual alimentarse. En un momento de distracción se coló en su piel y licuó sus entrañas. Nadie jamás supo cómo se alojó de un momento a otro está entidad pero ahí estaba. Los ojos de este hombre no brillaron rojos, esas son patrañas, el ente no da señales. Pero se encontró con que no abundaba en él su alimento más nutritivo, el favorito de esta entidad: dolor. Pronto agotó cuanto quedaba en él y solo pudo funcionar como transporte. Usando su cuerpo fue que conoció a una mujer y en ella vio el dolor hecho locura, la locura hecha miles de cicatrices. Era la criatura perfecta pero este ente ya había seleccionado la línea de presa masculina y no podía cambiar a ese cuerpo.
Ella creyó que hacía el amor, pero de amor no entendía nada y de hacer menos aún. Él, cascarón vacío, buscaba procrear para procurarse mejor alimento y sorbía cuanta enfermedad en ella residía. La esperma del hombre hueco la inseminó, la mujer dio a luz una hermosa niña, tan limpia y rasa como nunca volvería a ser. El "padre" fijó su objetivo en ella definitivamente. La niña creció y tomó forma de humana, porque lo era y lo sería siempre, el demonio se encargaría de eso. Un niño siguió a la niña y pero no servía de contenedor por mucho que el ente intentara trasladarse. Marcó a la niña con sus intentos de alimentarse, marcó al niño con sus intentos de trasladarse. Ambos críos miserablemente crecieron.
El demonio intentó una vez definitiva y nuevamente fracasó en introducirse en el niño. La debilidad con que regreso a su recipiente cada vez más debilitado, más incipiente, no le dejó otra alternativa que marcharse y descartar ese cuerpo. De ese individuo nadie más supo nada. Pero la entidad había vuelto a su forma incorpórea. Vigilaba de cerca a la niña que crecía tan erecta cómo sus desgarros y quemaduras le permitían. En el mundo ingrato pero no tan cruel, ella tuvo un camino, tuvo una sociedad ingrata pero no tan cruel que la recibía y le permitía hacerse un lugar. La entidad observaba y saltaba de joven hombre en joven hombre buscando darle caza a la niña, atrapado él en su línea alimenticia masculina. Así más hirió a la joven mujer que crecía con el resentimiento en la carne y la duda en el espíritu de si el mundo podía albergar un lugar que sea suyo.
Las desgracias más naturales pueden parecer obra del diablo cuando están enmarcadas en una continuidad miserable. Y enmarcado en la abundancia de pena, ella conoció a un joven hombre de lo más absurdo ¿Por qué tan absurdo? No podía saberse entonces. El ente observaba la elección de la chica y a ese joven quiso entrar. Se abrió paso como había hecho cada vez anterior por entre los poros y recorrió la dermis del muchacho desde la cual observó a la joven mujer. Había buen alimento dentro de este joven hombre para nutrirse por varias décadas, aunque no olvidaba su objetivo fijo. Pero algo extraño se cernía sobre la residencia en la que había ingresado el demonio. Alguien rondaba ese ambiente carnal, esa alma corrupta, alguien que perturbaba su condición y limitaba su accionar con su sola presencia. Estaba claro porque a ellos pertenece el demonio.
Por meses trató de sorber un poco de la joven mujer que tan bien había sazonado por años pero, sin importar cuánto intentaba tomar las riendas de ese hombre, no lograba que acatara su voluntad. Todos sus comandos demoníacos eran refrenados y mitigados por la mente de este hombre. Algo imposible para un humano salvo que sobre él recaiga la influencia de algún demonio. Y él lo sabía y lo veía rondarle. Los demonios existen en un plano común a ellos pero incapaces de interactuar entre sí. Era en las huellas que aquel dejaba en este hombre que este demonio podía comprobar su presencia. Incluso sabía que su propia presencia había sido delatada y mucha era su frustración al pensar en el deleite que estaría sintiendo aquel demonio.
¿Por qué aquel no había ingresado y engullido el interior de este muchacho? El demonio podía imaginarlo. Se encontraba en presencia de una entidad que había elegido una línea alimenticia femenina. Preocupó al demonio masculino la integridad de su objetivo fijo. Pero no veía en ella ninguna invasión, solo resplandecían en ella las escarificaciones que él mismo había labrado durante esas décadas. Entonces entendió. El muchacho era pues la fijación de un demonio de línea alimenticia femenina pero que, distinto al demonio que tenía su fijación en la chica, no seguía a su objetivo adquiriendo forma corpórea, se mantenía etereo. Y una única razón se formaba en el pútrido pensamiento del demonio. Algo que jamás había visto y tampoco tenía sentido que estuviera pensándolo, considerándolo como una posibilidad.
Amor. Un demonio que había comenzado alguna vez a alimentarse de mujeres, se había encontrado con este muchacho y había gestado amor en sí. Ahora se limitaba a rondarlo, a sorber las lágrimas que exudaba el muchacho en cada tragedia, que eran pocas y débiles según observaba desde el interior el demonio fijado en la chica. Seguramente daría un empujoncito a las miserias del muchacho y lo escudaría para que le durara largo tiempo. Con esta conclusión observó el recinto con mejor atención y encontró las maquinarias de nuevas formas de angustia, apreció la complejidad de los corredores por los que se arrastraba, las formas enrevesadas y extensivas del terror y la repugnancia.
El interior de este muchacho era el banquete que el demonio suponía que le esperaba en las mujeres. El ente para su desgracia había optado en un comienzo por la línea masculina y nunca se había topado con tal jugosa presa. Había consumido sus fuerzas en manipularlo para sorber la miseria que había sembrado en esa chica y doblemente fracasado, pues con ambos se habría alimentado por milenios pero la misma custodia que resguardaba al muchacho le impedía simultáneamente saborearlo a él o alimentarse más de la chica. Sus últimos actos erráticos en su afán por trasladarse de vuelta a la incorporeidad moldearon el epílogo a la relación de esos humanos. El demonio continúa con su fijación, muy débil aún pero con la astucia encendida.






YAPA:


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