27 de febrero de 2015

Mundos

Cuelgan los hilos de clavos en la madera podrida. Hay muchos adornos baratos pero bien tallados de ídolos egipcios y griegos. Las caras de madera que no tuvieron estrella que los convierta en verdad miran inertes al primero que entre. Las telas de cortinados y sabanas y de esos ropajes falsos están dispersas en el polvo que se cuela por las narices. En esta habitación, todo sirve para crear un mundo. Hay cajas cerradas que, al ser abiertas, revelan pilas de libros de encuadernaciones rígidas, de tapas sin ilustraciones. Muchos de estos libros contienen dentro todo tipo de maravillosas ilustraciones. Cuentan del Ragnarök, cuentan de los nueve mundos y el árbol que los conecta. Para otros, tales representaciones van en contra de sus dogmas, son un manojo de palabras que se jactan de ser ellas mismas el comienzo de todo. TODO, dicen ellas. Y en esta habitación hay tantos TODOS diferentes. En el rincón opuesto de la puerta-trampa de entrada, se apoya una caja sobre otras dos contra una frasada de grueso hilo, polvoriento de sí mismo, polvoriento de tantas partículas que perdieron vínculo con su todo, pero firme y resistente aún. El terror de los asmáticos pero una bella obra tejida que aún se conserva. Y bajo esa belleza que sobrevive la carcoma de ser a través del tiempo, una rueda de gruesa piedra, pesada como corresponde a verdadera piedra. La rueda abunda, reboza, de formas geométricas y líneas que se extienden y se interrumpen entre sí, y todo ello casualmente simétrico, simétricamente perfecto, perfectamente casual. Y en el medio, según su propio capricho y simetría, una cara que muestra sus dientes en reposo, explayando una alegría armónica. Por mucho que la siga buscando y discutan si esas que encuentran son o no, está acá y acá seguirá estando, un mundo entre tantos. A todos estos mundos secretos y preservados para siempre, traigo uno más. Diría que es el definitivo, pero uno nunca sabe. Fue programado en el lenguaje más básico, acomodando cada valor de uno y cada valor de cero. Muy pocos saben de él, pero de nuevo, está acá a salvo de todo. Un pequeño disquete de 3½. Dónde será un buen lugar, puede ser aquí recostado sobre esta caja. Sí. Ahora a bajar de acá, que el aire viciado me está mareando. Me espera un largo viaje a casa, pero mi nave es la más cómoda.

Más allá de la pared del desvelo

Los garabatos como llamas consumen las hojas en blanco. Las venas se ahorcan con cada frenético movimiento que persigue una idea como a fueg...