25 de diciembre de 2012

Intruso de Diciembre ('08)

Una oscura puerta de roble es abierta por una enguantada mano blanca. La mano desaparece y asoma, a mitad de la altura del marco de la puerta, un enorme bulto rojo. Al entrar se puede apreciar esa figura redonda contorneada de blanco. Un manto de espeso blanco descansa sobre su prominente pecho. Grandes botas negras silencian la crujiente madera del suelo.
En el silencio de la noche nada se oye excepto una respiración forzada. Una enorme bolsa cuelga sobre su espalda, cerrada con una cuerda gruesa de oro. El hombre, de pálida cara oculta tras una mata de blanco pelo, descuelga la bolsa y toma un papel enrollado que se encuentra atado a la cuerda de oro.
Se pone unos pequeños lentes que lleva colgados en su traje y desenrolla el papel. Confirma que el dueño de la casa paga la cuota anual y abre la bolsa, del mismo material de su abrigo. Saca de la bolsa paquetes y bolsas, algunas simulando pertenecer a empresas muy importantes. Deja todo bajo un árbol bellamente adornado y se dispone a ir. 
Pero ésta es la última casa de su recorrido y, como muchos años ocurre, ésta se encuentra en una zona calurosa del planeta. Como todos los años, él se sofoca en medio del pesado aire. Su discreción se ve arruinada por su difícil respiración. Un nene se levanta de la cama y el sonido hace cosquillas en sus oídos. Va a la sala de donde proviene el sonido y descubre al intruso. 
Vencido, el intruso muere. Mientras el brillo en los ojos del niño se apaga. La mayor de las mugres corroe al más puro corazón. Con la caída de un símbolo, la desesperanza nace y será deber del niño luchar contra ella. El año que viene, cerca de estas festividades, resurgirá, en el extremo ensombrecido del eje terrestre, este simpático ser con su eterna labor de repartir alegría. Este año, un niño empieza a ver el mundo con ojos opacos. Este año, este nene dejó de creer en Papá Noel.

15 de noviembre de 2012

Tomado de un anotador nunca usado

Como un puching-ball péndulo que sólo vuelve, como un martillo de plomo, golpea mi cabeza la hoja rayada. Hinchada con la sangre de incontables pensamientos se manchan los renglones. Solamente entonces, ahí cuando la mente está saturada, solamente con violencia puede ser comenzada la escritura de esta página.

Nadie es tan considerado conmigo como yo mismo, porque yo. Es que yo tomo en serio todos mis pensamientos, tan en serio que soy completamente capaz de aceptarlos inválidos. Digo más, todos llegan a ser inválidos. Es tal mi compromiso con ellos que descubro la relatividad según la cual es innegable la validez de cada pensamiento. Así es que, yo, que tengo un mínimo de componente material en mi existencia, soy ambos válido e inválido en el aspecto abstracto lo abstracto de mi ser. Entendiendo que los opuestos se anulan, soy nada. Y comprendiendo que el universo es un absoluto equilibrio de opuestos, soy la pura expresión del Todo. Ustedes disculpen si creen que no marco diferencias pero en verdad dudo que todo esto no pueda aplicarse a ustedes, sólo necesitan quererlo.

No lo quieran.

8 de noviembre de 2012

Digan cómo

No digan por un país no sé cuánto, por una provincia no sé qué.

Digan cómo.
Digan un plan. Digan qué idea. Digan el proyecto. Digan los pasos. No digan para terminar con tal cosa, para continuar con tal otra. Digan cómo. Digan con qué recursos. Digan con qué criterio. Digan con qué medidas. No digan frases vacías. No digan palabras tan generales. No digan “seguridad” si no dicen cómo. No digan “educación” si no dicen cómo. No digan “cambio” si no dicen cómo. Digan cómo. Concretamente cómo. Sinceramente cómo. Digan las respuestas; las preguntas las conocemos todos. Digan visiones reveladoras. Digan algo de los pensadores que leyeron, cuáles rescatan, con cuál disienten. Digan qué saben de filosofía política, digan qué saben de los problemas de la gente. Digan qué saben de economía, digan qué recetas ya fallaron y cuáles aún no se han probado. Digan la historia, las causas. Digan cómo saben lo que saben. Digan algo que no haya dicho nadie, algo que no sepamos. No digan discursos que no dicen cómo. No digan obviedades. No digan vaguedades. No digan sólo los titulares de las cosas. Digan las cosas. Digan con qué cálculos. Digan de qué manera. Digan con qué medios. Digan por cuál camino. Digan cómo. Específicamente cómo. Técnicamente cómo. Detalladamente cómo. Sabiamente cómo. No digan sólo eslóganes. No digan por arriba. No digan “salud” si no dicen cómo. No digan “vivienda” si no dicen cómo. No digan “empleo” si no dicen cómo. No digan lo que ya escuchamos mil veces, lo que ya sabemos de memoria. Digan una que no sepamos todos. Digan y sorpréndannos por lo ilustrados, por lo preparados, por lo sensibilizados. Digan y sorpréndannos por lo creativos, por lo comprometidos, por lo bienintencionados. Digan lo que quieren hacer, pero digan cómo. No digan palabras recitadas. No digan frases hechas por los asesores de imagen. No digan discursos de cartón. Digan cómo. Simplemente cómo. Claramente cómo. Particularmente cómo. Responsablemente cómo. Digan un plan. Digan qué idea. Digan el proyecto. Digan los pasos. Por cuál camino. Con qué recursos. Con qué criterio. Con qué medidas. Digan cómo. Los estamos escuchando.


Por Mex Urtizberea

5 de noviembre de 2012

Distracción


Estaba viendo una película. Mi hermanito, sentado entre el gigantesco televisor y yo, volaba aviones que disparaban a supersoldados y mutantes muy mal hechos. Estas personas de plástico no tienen ruidos muy característicos, salvo que sus visiones de rayos sean muy potentes, pero el avión rompía records de estridencia cuando disparaba y no daba tregua al sonido cuando simplemente planeaba. No me impedía comprender la trama de la película que quise aprovechar a ver el rato que mis viejos salían con mis hermanas. No se me escapaba ningún sonido de la película pero se le sumaba el combate librado sobre las tablas del suelo.
Le puse pausa a la película. Dediqué ese momento a decidir si valía la pena pedirle a mi hermanito que no me rompiera más las pelotas o si convendría abandonar esta oportunidad de ver la película ya que de todas formas mi atención ya estaba impedida de concentrarse en la historia. Entonces me di cuenta que el nene se había silenciado de golpe, como si le hubiera puesto pausa a él. Lo vi que miraba la pantalla, se dio vuelta y me miró. Parecía preguntar, preguntar...
—¿Qué pasó?
—No puedo ver la película así
—¿Así cómo?
—Sin prestar atención
—¿Por qué no prestas atención?
Porque no me dejás, estás haciendo ruido, no me dejás escuchar, te estás moviendo adelante mío. Puede ser verdad que se haya ubicado ahí a proposito, entendiendo que estaba en medio de mi atención. Pero no podía acusarlo de nada porque era mi responsabilidad que yo desviara mi atención de la película al juego suyo. Finalmente no le contesté. Apagué la tele, me levanté del sillón, me senté a su lado y le pregunté:
—¿Qué estás haciendo acá?
—El ejercito quiere arrestar a Hulk y Iron Man y Capitán América vienen a salvarlo
—¿Hulk necesita que le ayuden?
—No sé –encoje los hombros, mira sus juguetes y los mueve en una mala imitación de juego.
—A ver... ¿qué tal si...? El ejercito había enviado a Iron Man y Capitán Yanqui a detener a Hulk. Cuando llegan ven que Hulk no había hecho nada malo, que intentaba ayudar, salvar a la gente de... –¿De qué podía ser? Le pedí que me espere y fui a mi pieza a ver si algo me podía servir. Encontré unas especie de cruzas entre dragón y dinosaurio que tenía de adorno y reaparecí con ellas–. Hulk intentaba salvar a la gente del resultado de unos terribles experimentos genéticos.
Me miró con la boca sutilmente abierta. Cuando me senté a su lado, seguía mirándome sin mover un dedo. Agarré el avión y los dinosaurios los dejé caídos por ahí. Iron Man y el Capitán habían desobedecido la orden del ejercito y ahora el ejercito los perseguía a ellos además de al hombre verde. Los heroes los tenía él y se defendía bastante bien. Después de que derribaran el avión, el mismo me sirvió como refuerzo del caído y los dinosaurios despertaron y volvieron al combate. Fue una batalla encarnizada hasta que llegaron mis viejos.
—A ver si salís del medio –saludaba mi vieja pasando a mi lado.
Mi viejo se sentó a la mesa y prendió la tele del comedor, inundando el éter. Mi vieja volvió del dormitorio y trajino de un rincón a otro de la casa. La menor de mis hermanas me saludó y se sentó a la compu del living, la otra fue a su pieza. Yo en el suelo del living, sentado con las piernas cruzadas y los dinosaurios en mi mano. Miré el DVD y los números verdes indicando la hora y los minutos en que la película estaba detenida. Me miré en el reflejo fastidiado de la pantalla apagada del televisor. Del otro lado del reflejo, mi hermanito me sonreía.

8 de septiembre de 2012

El Circo de los Patetismos


Bienvenidos al circo de los patetismos
No se asusten al sentir el piso ceder
Nos sumergiremos en el morbo más fangoso

Presenciarán criaturas con memoria humana
arrastrarse hacia ustedes con llantos de clemencia
y vomitarán el dolor y el asco y la reprobación
en estridentes carcajadas

No desesperen pues los haremos llorar también
con eventuales interpretaciones de alegrías
y bellezas familiares de memorias imaginadas
para llorar la nostalgia con densas lágrimas rojas

Escenas de sexo violento en medio de la carpa
les extirpará de la excitacion lo genitales
los testículos se desgarraran
y los uteros se disolveran en sangre
mientras intentan agitados controlar la hiperventilación


Y para el acto final
solicitaré de ustedes
que se pongan de pie
y hagan una respetuosa reverencia
al publico que vieron
desfilar en el centro
que ahora se acomoda
según su anatomía
para apreciarlos placidamente a ustedes:
payasos y fenómenos del Circo de los Patetismos

15 de junio de 2012

Ahí viene el Sol

Las perturbaciones comienzan finalmente a afectar este universo que habitamos. Los estudios acusan un repentino cambio ocurrido entre los siglos XXIII y XXIV de nuestra época. Un breve repaso de los registros (siempre, por supuesto, llevado a cabo por especialistas) demuestra los cambios de interés con que se realizaban esos estudios. El interés científico en una primera instancia era lograr una amplia comprensión de las características de nuestro espacio. Pero al obtenerse ciertos resultados francamente inesperados, todas las investigaciones se volcaron a comprender estas repentinas variaciones. Se mantuvo esta información con recelo dentro de los ámbitos académicos hasta “el estallido del 22 de mayo de 2409”, cuando la comunidad científica encontró imposible continuar ocultando los datos que para entonces habían recaudado.


Aquella fue la fecha en que pudo apreciarse un destello en el mismo Sol. Esto que nadie hubiera podido concebir ocurrió efectivamente, según dilucidaron las observaciones astronómicas, al precipitarse el planeta Mercurio en la superficie del Sol. Si bien el planeta Tierra ya había experimentado un importante aumento en la temperatura promedio de la atmósfera hace unos trescientos siglos, la “muerte” de Mercurio conllevó un incremento instantáneo. La muerte en solo un mes arrasó la mitad de la población mundial, cayendo mayormente sobre los menos pudientes que, comprensiblemente, no pudieron costearse los implantes necesarios para resistir las condiciones ambientales del planeta.


Las presentaciones científicas, transmitidas por los visores radiales, intentaron dar una explicación que aplacara el pánico que crecía en la comunidad mundial pero llegaban demasiado tarde. La desesperación más humana, sólo comparable con las referidas en registros históricos de pasados milenios, se arraigaba en todos aquellos que sufrían el ardor de las piezas metálicas en sus cuerpos que ya respondían a la radiación solar.


El tiempo apremiaba a los físicos pues, antes que sus estudios pudieran anunciarlo, ya se hacía evidente que el cierre de las órbitas del sistema solar se aceleraba. La biomecánica, más ágil, desarrolló los complementos y las actualizaciones necesarias para sobrellevar los cambios climáticos. Los cuerpos biomecánicos de siempre tuvieron que ser reemplazados por nuevas piezas que variaban en poco más que el material metálico. Aún intentando sobreponerse a los tormentos físicos que sufrían los ciudadanos, el terror de los mismos se alimentaba de la visión de aquellos cuyas conexiones fallaban por las altas temperaturas y arrastraban los pesados miembros metálicos a la vez que se les paralizaban ciertas facciones.


Sin hacerse esperar, el 15 de agosto de 2443 pudo verse en el cielo el ardor de la estrella del alba siendo engullida por nuestro astro. El espectáculo duró doce horas, dejándose ver en otras regiones del planeta. La ola de calor y radiación asoló toda la superficie del planeta. Es desde entonces que no hay rastro de lo que alguna vez se conoció como vegetación. Es desde entonces que nuestra especie es la única en pie sobre la faz de la tierra. Mares y ríos terminaban de secarse a la vez que hirvientes nieblas invadieron las costas cubriendo dos tercios de los continentes. La atmósfera viciada ya no presentó más vientos pero sí se hicieron sentir los sismos todo a lo largo de la corteza terrestre.


La gente ya no regresa a sus hogares. Sólo queda una quinta parte de lo que había sido nuestra especie hacía sólo un siglo. Absolutamente todos han de estar por estas semanas en las calles observando el cielo. Absurdamente la comunidad científica insiste con transmitir la información recolectada. Las gentes anulan las recepciones de las películas oculares y dedican sus ojos a observar el espectáculo del sol cubriendo todo el firmamento. La noche ya no existe pues la luz solar rebota dentro de la bóveda atmosférica. Ya no hay implante biomecánico que resista; lenta, trágicamente se derriten las piezas. Algunos caen sobre sus carnosas caderas, caderas cocidas, sin dejar de observar el cielo. Otros simplemente mueren. Las transmisiones informáticas suenan en los aurículos y alguno quizás atienda a esta ya inútil información.


A saber, una perforación ocurrida en algún punto, que fue imposible precisar, de nuestro universo provocó un desequilibrio en las concentraciones de energía oscura. Lo que ocurre ahora en nuestro sistema ocurre en nuestra galaxia tanto como en todas las otras. Los sistemas se comprimen, las estrellas se encuentran y explotan. Las esperanzas son nulas, pero estas palabras llegan a oídos que ya conocen su destino. Oídos atravesados por sangre hirviente, torrentes de sangre que carcomen los cuerpos por dentro y desintegran los cerebros. Todos observando al sol y haciendo una cuenta regresiva en lapsos de tiempo desconocidos para esos cerebros incapaces de calcular una simple secuencia.


Hoy estamos diciendo diez


Será la semana que venga cuando concibamos al nueve


Sentiremos los huesos pulverizarse dentro al tiempo que resuenen en las mentes el ocho


El sol llamará con sus flameantes brazos extendidos hacia nosotros a la cuenta de siete


Quizás hayan pasado meses o se cumpliera algún año cuando nuestra mente pueda enunciar al seis


Los protectores oculares que entretuvieran con su programación telerradial a tantas generaciones cederán al tronar el cinco


Ya sin poder visualizar los brazos que descienden sobre la faz de la Tierra como invasores flamígeros pasará el cuatro


Sobre bloques terrosos, despedidos por las entrañas de la tierra, saltando irán nuestros cuerpos que en la semiconciencia pronunciarán un tres


Ya no alcanzará la conciencia para recordar el inicio de la cuenta allá por el 2457 en el momento en que el dos

8 de mayo de 2012

Otra nostalgia

Una ciudad abovedada. Pongamos, columnas, hay columnas por todos lados. Cien es el número, cien a donde sea que vayas, cien. Cien, cien, cien.  La noche escurriéndose entre los pilares de cemento, pilares como continuaciones de las calles. La noche escurriéndose pegoteando las paredes con su babosa oscuridad. Cien es el número a donde sea que vayas. La soledad es el código en esta ciudad. La noche es el aire que respirás, la noche antes del atardecer, la noche después del amanecer. La diurnidad violada por la noche del alma humana. Vos, humano, ahí parado, ahogado en el cien que construyó tu especie. Un cien que domina las tres dimensiones. La más audaz prisión, las rejas son todo tu entorno. Gruesas, innegables, rejas. Altos hasta perderse, contundentes barrotes de bloques de cemento, húmedos de oscuridad. Único preso, como cada ejemplar de tu especie. La soledad, el único lenguaje admitido. La vista y el oído son parte del esquema carcelero, no tenés escapatoria. Si, por casualidad, se filtra por el macizo techo un débil haz de luz de estrella, secando el aire amniótico a tu alrededor. Si, por casualidad, tenés la desgracia de vejar tus ojos con algún destello y se despierta la esperanza inmunda de tu pecho. Si tus ojos topan con la negación de la oscuridad, tus oídos también sonaran para aplacar ese infundado sentimiento allí chiquito en tu pecho. Será cuando recuerdes oír, convenientemente cuando hayas recordado la vista, que vibrará a tu alrededor la sincera paranoia ¿Oís los pasos? No pueden más que venir por vos ¿Oís las respiraciones? Agonizan como vos, te descubrirán para beber tu vida y durar cuando menos un poco más. ¿Verdad que no queremos la libertad de la luz? Estás seguro entre estas columnas ¿Verdad que el día es una cruel vejación? ¡¡Huí!! ¡Lejos! Lejos de donde, por ventura, el techo te descubrió ante tus viles pares. Sos único y nadie lo permitirá ¿Verdad que es un preciado tesoro el que poseés? Están invisibles entre las columnas ¡¡Sos único, joder!! Ellos no se dejan ver ¿Por qué te vas a dejar ver? Todos quisieran tu unicuidad y van a venir por ella si te descubren pues les demostrarás que ellos no la poseen ¡Corré! ¡Rápido! Dejalos mentirse. Volvé rápido a tu cálida deriva. Cualquiera sea el camino, la oscuridad es tu única seguridad. Cualquiera sea el camino, cien columnas nunca falten a tu alrededor. Cien columnas para marcarte el espacio. Cien columnas que no te dejen olvidar tu erecta humanidad. Cien columnas para separarte de las bestias, vos, única divinidad, vos, único en tu especie. Acordate que te ven, movete constante entre las columnas para que te cubran. Siempre de frente a las columnas, con columnas cuidando tus espaldas. Pues te miran. Cien, cien, cien. Caminá sin detenerte. Ellos que te persiguen no se van a mover quietos en su lugar, son cobardes. Pero te miran, caminá ¿No los oís? Mejor ¡Rápido, a las columnas! Seguí ¿No los oís? Mejor. Las columnas te guardarán, imponentes, firmes en su lugar. Cien, siempre cien.

28 de marzo de 2012

¿Cuál es?


He estado buscando una solución para mis terrores nocturnos. He visitado varios médicos, algunos doctores, pero ninguna explicación que se les pudiera ocurrir servía de nada. Recuerdo todas y cada una vívidamente. Hablo de mis pesadillas. Aún no entiendo qué fuerza me ayuda a sostener esta vida, no entiendo qué extraño aspecto en mí sostiene la esperanza de que esos terrores acabarán. Porque claramente no podría vivir si tuviera la certeza de que mis noches serán por siempre así.

25 de marzo de 2012

Una vez más esa palabra trucha: esperanza


Estoy caminando. Estoy caminando otra vez. Estoy caminando otra vez por un pasillo. Estoy perdiéndome. Estoy perdiéndome otra vez. Estoy perdiéndome otra vez al fin. El camino es la única salida. El camino lleva hacia adentro. Es la única salida. La oscuridad me abraza. La oscuridad abraza con más fuerza. La oscuridad es la salida. La lejanía de lo habido. La lejanía de mis cosas. Las cosas que eran y siguen siendo. Lo que sigue siendo lo es lejos mío. Yo entro. Entro más adentro. No hay salida. No quiero salir. Quiero escapar. Me escapo en la perdición. Estoy perdido pero me van a encontrar. Quizás esto es una carrera. Quizás estoy perdiendo. Estoy perdiendo ventaja. Estoy perdiendo ventaja porque me están alcanzando. Me alcanzan porque estoy primero. Estoy primero delante de todos. Mi camino, hacia la perdición. Me están alcanzando con luces. Me están persiguiendo con mis cosas. Me están arrinconando en la perdición. Me adelantan y cierran el paso. No hay salida. Están todos. Los quise. Ya no me quiero. No puedo escapar. Tendría que haber corrido ¿Por qué no corrí? Correr era demasiado esfuerzo. No quiero que me miren, no quiero mostrarme. Vean que no quiero ser visto. No quiero mostrarme. Me agota mostrarme, no me miren. Absorben mi energía cuando me ven. Toman de mí lo que no tengo. Toman de mí lo último que tuve. Y me lo siguen sacando. Ellos me necesitan. No quiero oír las mentiras. No quiero oír que me quieren. No quiero oír que no me necesitan ¡No quiero que me mientan! ¡Yo no mentí! Y rieron. Ríen. Están alegres. Me encontraron. Dicen que son felices. No quiero oír las mentiras. No quiero oír sus mentiras. Las de nadie. A nadie. Ya escuché demasiado. Quiero volver. Quiero volver a la delantera. Quiero estar delante de todos o detrás. Si me buscan, no me encuentren. Si no me buscan, no me hablen. Déjenme no ser. No era. No soy. No puedo ser si esperan de mí ¿Qué esperaban de mí? Quiero caminar. Me cansa que esperen de mí. Me cansa esperar que me dejen seguir.
Alguien me da la espalda. Sobre el hombro, me mira de espaldas ¿Qué? ¿Qué hacés? Un gesto con la mano ¿Por qué nadie te ve? Que nadie te vea. Mejor si no te ven ¿Me vas a llevar? ¿Por qué sonreís? ¿A mí? Llevame. Que nadie se entere. Conocés un nuevo pasillo. Es mejor. Es más amplio y es más oscuro. Pero no es igual ¿Por qué no es igual? Porque estás vos. No me molesta. Me gusta. Gracias. Me gusta. Gracias. Me gustás ¿por qué me llevás? Sí, llevame. Gracias. Sabés que todavía no sé tu nombre ¿Querés saber el mío? Tomá, te regalo ¿Uno? ¿Los dos? Sí, los dos. Anda. Te voy a esperar. Gracias. Ahora sabe mi nombre. Ahora sé su nombre. No me importan los nombres. Todo es lo mismo. Pero quiso saber mi nombre. Me dijo su nombre. Sé su nombre. No quiero su número. No lo quiero saber. No quiero saber sus horarios. No me importa que se llame así. Quiero que vuelva. Volvé. Voy a sonreír. Lo prometo. Volvé. Sonreiré. Prometí. Gracias. Gracias gracias gracias. Estoy cansado. Estoy más cansado. No importa. Voy a esperar. Aunque me canse. Te espero. Volvé. Gracias …

5 de marzo de 2012

Encuentros


No servía de nada que caminara e insistiera en caminar porque su única verdad era que caminaba en círculos. Se encerraba en esa región que vio su llegada a la existencia y quizás tuviera la oportunidad de ver su partida, si es que no era inmortal. Se encerraba en esa región igual que decir que de alguna manera era la región la que no le dejaría ir. No se llegaría a saber.
La región en cuestión era un poblado alejado de las ciudades. No dejaba de conectarse con el exterior mediante cableados y rutas pero sus límites eran muy claros. Unas pocas calles internas estaban asfaltadas y el resto eran de tierra con escombros y baches diseminados. El terreno que rodeaba la concentración de manzanas del poblado era de una tierra seca, estéril, semejante a las calles sin asfaltar.
Como dice el dicho: Pueblo chico, infierno grande. La existencia de nadie pasaba inadvertida allí dentro. Así mismo no faltaría quien se sintiera solitario, probablemente por la incomprensión.
Los trabajos del poblado eran sencillos, los estudios eran básicos. Algunos tenían miedo de salir, otros habían salido y vuelto. Pasado el terreno circundante, aún desde dentro se pueden apreciar árboles todo alrededor. Todos sabían que no estaban rodeados por un bosque. En realidad los árboles, flacos y de muy pocas hojas, se agrupaban entre pocos y a gran distancia de los otros grupos. Esto mismo los hacía algo siniestros, parecían presencias siempre alertas. Aparte de estos gigantes de madera, tenía el pueblo el terrorífico cuento de un demonio acechante.
Todos los habitantes conocían las muchas versiones de la misma historia que sólo coincidían en que la criatura era real y despiadada. Algunas versiones referían los orígenes a un humano que se hubiera convertido, otros dirían que venía directamente del infierno, alguna, que bajaba del cielo; otra, que existía desde siempre en todos lados. Cada versión atribuía las motivaciones criminales a algo distinto, según tal o cual circunstancia, nadie pudo jamás consolidar las versiones.

5 de febrero de 2012

Despertame

Y si te despertas tirado en un suelo desconocido ¿buscás el despertador? ¿Qué hacés al despertar en tu cómodo colchón aplastado y descocido? ¿Harías eso si te hubieran trasladado más allá? Nadie me ha dicho cómo comenzaban sus sueños. Pero si los tenían, algún comienzo debían tener. Todos juramos nunca haber obtenido aquello que buscábamos en los sueños, o que nunca ocurriera el desenlace de los mismos, todo según quién llevara a quién, si nosotros al sueño o el sueño a nosotros ¿Es así que el sueño termina sin final? ¿o acaso igual que olvidamos el comienzo también olvidamos la conclusión? En la vida cada interrogante tiene una respuesta que plantea nuevos interrogantes. Apuesto a que, frente a aquellas cuestiones que se resuelven en una respuesta sin más, la misma era sabida desde un principio.
Y si te despertas en otra realidad ¿qué es lo primero que juzgás? ¿Dirías que comenzó un sueño o esperarías encontrar todo en su debido lugar? Lo segundo seguramente sería buscar algo que se parezca mucho a lo que debe encontrarse en cada despertar. En un sótano húmedo d
ebe haber algun armario. En medio de la calle veré, aunque lejos sea, una pared. En medio del desierto... no lo sé, pero será aire el que respire ¿servirá? Quizás hables para recordar tu voz, tu dulce voz siempre con vos. Quizás suene almidonada y no parezca tuya pero repetiras el planteo hasta que despierten tus músculos. Te pasarás la mano por distintas partes del cuerpo y lo encontrarás en su lugar, si tu suerte no es muy desgraciada.
Y si te durmieras en medio de una acción ¿la habrías terminado al despertar? ¿Cuánto tiempo pasa entre cada cabeceo? ¿Es más rápido el último movimiento descendente del cual deseamos pronto alzar nuevamente la cabeza? ¿o aceleramos nosotros esa percepción del tiempo por algún temor? Pensá que en un instante pueda desvanecerse tu conciencia y, en ese lapso de tiempo indetermin
ado, que puede ser un viaje de años y siglos con su debida vuelta a minutos del comienzo o puede ser una millonésima de segundo extendido al infinito, te convencés de que sos una mariposa soñando que sos un hombre que cabecea. O pensá que a lo largo de tu vida en vigilia mirés en cada rincón convencido de que sos el sueño de Picasso que inspirará su obra maestra y sabés a ciencia cierta que la quemará por pudor.
Si pierden tus células la materialidad y te sentís tinta en un papel, contorcionado en miles de letritas que seccionan todo tu significado existencial en millones de infimos trazos dependientes de la interpretación de algún gil ¿te levantarías del suelo? Si me acabo de caer de la cama rodando por el borde alto del colchón y la única realidad del impacto es un suave dolor en la cabeza y el costado de la espalda. Tan suave el golpe que quizás ni sea letras en un papel sino destellos en una pantalla y digitos binarios en la memoría virtual de algún servidor porque nadie aún se haya decidido a imprimirme. Y si me imprimiste, he de agradecerte que dieras fibra a mi existencia y serás mi Dios desde este momento y nuevamente cada vez que me releas. Gracias.

Más allá de la pared del desvelo

Los garabatos como llamas consumen las hojas en blanco. Las venas se ahorcan con cada frenético movimiento que persigue una idea como a fueg...