21 de enero de 2019

Fantasma

Los fantasmas -el labio se ataja contra los incisivos, las comisuras vibran-, los fantasmas son cada vez más. Son cada vez más fuertes. Me siguen, me rondan, me respiran encima. Mi cara se pone cada vez más tensa para poder mantener un semblante sociable. Me cuesta cada vez más responder a tiempo a lo que me dicen, no solamente las palabras, tardo en gesticular por esto mismo de que tenga la cara tan acalambrada -los labios se sacuden violentamente, los dientes rechinan, no escapa una lágrima-.
Necesito, necesito respirar -hondo-. Ya no sé qué fue real. De nada lo sé. No puedo ver a nadie más, siento que los traiciono con sólo devolverles la mirada. No recuerdo si alguien estuvo involucrado. Sé que no estuvieron todos involucrados, ya lo sé pero es lo que dije, no sé qué fue real. Perdí el rastro, perdí el hilo de los eventos de mi vida. No pudieron estar todos al tanto, algunos no lo estarían pero ya era yo quien no podía salirse de ese estado. Estoy seguro que en algún punto, todos escucharon algo de la historia porque si estuvieron conmigo más de dos minutos ya estaría yo delirando los reflejos de aquella tortura, los reflujos.
Agh no puedo, no puedo pensar así de algo tan hermoso. No fueron reflujos. O sí, lo fue esa emoción ponzoñosa mía ¿Cómo pude llegar a esto? Yo pensé que si lo trabajaba así podía reencausarlo, resignificarlo, salvarme. No ocurrió -el cuello latiguea-. Me perdí ya sin salvación. La distancia ¿había distancia? me mataba. Ella me miraba con su ternura tan profusa, manaba de sus ojos -la cien distiende-. Era un manantial su mirada. A cuántos miraría así ella.
Y me hablaba y sus labios eran tan dulces, su expresión toda. Cuántas veces vi mis manos en sus mejillas, mis pulgares acariciando la comisura de su boca, siguiendo la linea de su mentón y rodeando su cuello por detrás. Esa blanda carne que hay bajo las orejas, donde empieza la cabellera. Ella por esos días la usaba corta, le quedaba hermoso. Recuerdo la suavidad de su cuello ¿era suave? ¿Lo supe alguna vez? Ya no sé.
Su voz no la olvido, tan firme y medida -los ojos cerrados, las pestañas húmedas, el corazón comprimido, los labios curvados-. Hablaba eligiendo sus palabras, cada una, creo que no hacía eso entre sus amigas, hasta los artículos y los adverbios medía. En algún momento me pareció -una risa torpe, nasal, corta-, me pareció que evitaba los adverbios de modo, los que terminan en "-mente". Era algo que se le pegó de mí, hasta se le notaba que volvía sobre lo dicho porque casi usaba un adverbio de esos. O yo lo aprendí de ella -los párpados se entrecierran, la frente se frunce-. Capaz que nunca lo dijo. No, eso era algo que decía yo.
Es que me confunde, era tan parecida a mí -las narinas se abren pero el tabique se arruga, se pone blanco-. En un punto no sabía dónde terminaba yo y empezaba ella. Era tan parecida a mí. Pero nunca me vio. Sí, esa mirada suya solamente podía llegarme si me la dirigía, si me encontraba, si me buscaba y me encontraba. Yo esperaba que un día me tocara, pero sus contactos eran tan fugaces como tímidos los míos. Solamente cuando la encontraba y le saludaba con un beso, tenía yo ocasión de justificar el contacto. Posaba mi mano en su hombro, apenas traía mis dedos hacia mí solamente para sentir la resistencia de su cuerpo presente ahí, la besaba en la mejilla y trataba de estirar el tiempo con mi mente.
Extraño tantas cosas, cosas que no pasaron, cosas que no van a pasar jamás -los brazos sujetos al torso, comprimiendo el recuerdo entre las costillas-. Menos ese día. Desde entonces ya no la recuerdo. No quiero. Esa vez sentí algo caliente corriéndome por la cara y me petrifiqué. Yo no, mi expresión quiero decir, sentí la cara muy dura, me dolía de la fuerza que hacía y no me daba cuenta. Desde entonces -la risa suena entrecortada, sin aliento-, desde entonces no siento las encías. Su mirada cambió, me estaba escuchando. No recuerdo qué le decía. Tampoco quiero recordarlo -la cabeza contra el pecho-. Pero me fui, ya me fui, ya los liberé. No me voy a equivocar más.
-La expresión se relaja, perdida en el cielorraso y la espalda se apoya en el acolchado de la pared-.

>Muy bien -sonríe el doctor-. Vamos a continuar la toma de las pastillas que vienen bien, no hará falta variar en nada. Pronto continuaremos conversando, que tenga un buen día.
El interno responde afirmando insistentemente con la cabeza pero no le devuelve la mirada.
>Sigue con la misma historia -el doctor comparte su balance con el enfermero-. No da ningún detalle, no visita ningún otro momento de su vida. Cada vez es el mismo cuento con la misma pasión.
>¿Por qué insiste usted, doctor? Sabe que no podemos tenerlo más tiempo en esta habitación.
>No confío en que le haga un bien estar entre los demás internos. Yo tampoco entiendo por qué sigo intentando sacarle algo más. Cada vez que vengo es igual y mientras lo escucho, quiero que termine y largarme y darlo por hecho. Pero cuando me estoy yendo algo cambia en su mirada -el doctor se acerca a la ventanilla y lo observa-. Es como si hubiera alguien más ahí dentro.
>Por favor, doctor, empieza a sonar como él.

4 de enero de 2019

How we longed for heaven

Y yo quiero saber ¿De qué va todo esto? Si un día sí, si un día no. Tal vez la pregunta esté mal hecha. Debería dejar de preguntar por vos. A veces no hace falta, a veces todo y todes están más cerca y cada une es amigue y cada une escucha. La trampa está en que cuando te recuerdo siento esa certeza de que todo hubiera sido todavía más hermoso si estabas ahí. Dejo de sentirme dueño de todo lo que tuve, me encuentro alquilando cada experiencia y esperando que llegue la fecha y devuelva todo y solo tenga que vagabundear a ningún lado pero bien lejos. Porque no estás vos. No es tu culpa, lo sé, y es un problema mío de no saber o no querer pensarme de otra manera. Pero es que me gusto así y no me interesa lo que haya en otra forma. Tengo miedo. No sé cambiarme sin perderte. No quiero cambiar si he de perderte. Y es que hago un trabajo muy fino para que aún pueda estar cerca de vos. Mientras tanto vos seguís ocupándote de tu vida y mi presencia …mi presencia vos decís que es significativa o no me habrías buscado jamás.
Ahora mismo no estás y te vas tan fácil. Yo, yo siento que desaparezco. Yo siento mi propia presencia, no éfimera, etérea. No "es y dejará de ser", "es y no es". Un día te acordarás de mí y me vas a buscar. Barrerás los derredores y tu mente recitará mis señas. Con cada instante que tus ojos no te coincidan esas señas que tenés de mí con mi persona, cada instante de esos tu mente comenzará a dudar del registro de esas señas ¿Era alto, era mediano, era bajo? ¿Se habrá cortado el pelo? ¿Tenía algún grano? No recuerdo si su voz era tan así ¿Dónde están esas palabras que él decía? Decía… ¿Qué palabras decía? ¿Quiénes decían esas palabras? ¿Por qué granos? Me gusta el pelo corto, no mucho pero rebajado ¿Alto, quién? ¿Qué estaba haciendo? Bueno, tengo cosas que hacer.
Yo estaré viendo, lo mismo que miran los árboles, lo mismo que mira el viento, lo mismo que mira el revoque en su defecto. Yo lo estaré viendo todo para ser, estaré observando lo que sea que des porque es parte de lo que soy. Dirán que por qué no cambié para ser distinto, para no ser a través de saber de vos. Y ya lo dije pero lo vuelvo a decir. Es que podría ser cualquier cosa, podría ser un vil monstruo, podría ser un escalador del éxito, podría ser compañero de todes, podría ser un maestro, podría ser un discípulo de todas y cada una de las disciplinas. Y nunca sería tan hermoso como cuando estás vos.

2 de enero de 2019

Distorsión

El campo se extiende de un verde fluorescente ante el vagabundo. Al despertar el cielo ya se encontraba cubierto por negros nubarrones y en los horizontes no se distinguía la foresta. Pobre vagabundo, luego de ser linchado de La Capilla, intentó seguir la ruta pero los bocinazos le apartaron hasta hacerlo perderse en campo abierto. El panorama le había brindado alguna que otra distracción ya que su atención se colmaba con la sencilla contemplación de un arbusto o una línea irregular a lo lejos, con una hilera de hormigas y un ave surcando el cielo. Ahora su mente está abrumada por la fluorescencia y no hay algo en lo que fijarse que le dé cierta paz o contención.

Luego de apartarse del camino, pasó varias noches arrastrando su cuerpo a los pies nudosos de los árboles, allá donde encontrara refugio. Durmió algunas noches así hasta que el hambre le llamó a buscar algo que llevarse a la boca. Pasto, insectos, algún animal sin mucho carácter. Ahora parece que va a llover y lo presiente, presiente que podrá bañarse pero la realidad es que mucha de la mugre que le cubría fue desprendida por la tierra que le acarició en sus sueños. El aire se siente fresco, huele a agua y él sonríe. Ve una línea dibujarse en el aire y esta se marca en su retina. Una inocente risa se le dibuja en el rostro. Los ojos le duelen de tanta fluorescencia pero esta interrupción los relaja un momento.

Sus sucias manos, ya no tan grasientas como en la ciudad, bandean en el aire queriendo agarrar la fina hebra de luz que se recorta contra las nubes allá donde él fije la mirada. Entonces llega a sus oídos el rugido del relámpago, como si desde aquella inmensa distancia el cielo hubiera estado resquebrajándose y ahora se dispusiera a tragárselo. Él se encoje de terror, se aovilla y tiembla al borde de las convulsiones. Cierra con fuerza los ojos pero a través de sus párpados se entromete la fluorescencia del pasto.

Siente detrás suyo un frufrú. Mira por debajo de su brazo que le cubre la cabeza y ve unas zapatillas de jean con un blanco borde de goma que pisan el techo de incandescente verde. La mirada busca continuar por las piernas que visten ese calzado pero estas están ocultas por el volado de una larga capa de gabardina ceñida en la cintura. Su cuello está muy contorsionado para poder ver un poco más arriba y comienza el mareo. Su cuerpo se debilita y él rueda panza arriba. Se le desenfoca la mirada pero algo está claramente cubriéndoles.

La mano izquierda está echada atrás para mantener el equilibrio, la mano derecha impone la espada tomada por la empuñadura. El vagabundo dirá al recuperar la conciencia que ni la noche fue jamás tan negra que eso que era un dragón. Ella limpiará la viscosa sangre de su sobretodo de gabardina y a nadie dirá lo que eso era porque con nadie habla ella. Su principal preocupación ahora mismo es deshacerse del apestoso vagabundo que, luego de ver los despojos descuartizados de la criatura, corre débilmente detrás de su salvadora.

Más allá de la pared del desvelo

Los garabatos como llamas consumen las hojas en blanco. Las venas se ahorcan con cada frenético movimiento que persigue una idea como a fueg...