15 de noviembre de 2012

Tomado de un anotador nunca usado

Como un puching-ball péndulo que sólo vuelve, como un martillo de plomo, golpea mi cabeza la hoja rayada. Hinchada con la sangre de incontables pensamientos se manchan los renglones. Solamente entonces, ahí cuando la mente está saturada, solamente con violencia puede ser comenzada la escritura de esta página.

Nadie es tan considerado conmigo como yo mismo, porque yo. Es que yo tomo en serio todos mis pensamientos, tan en serio que soy completamente capaz de aceptarlos inválidos. Digo más, todos llegan a ser inválidos. Es tal mi compromiso con ellos que descubro la relatividad según la cual es innegable la validez de cada pensamiento. Así es que, yo, que tengo un mínimo de componente material en mi existencia, soy ambos válido e inválido en el aspecto abstracto lo abstracto de mi ser. Entendiendo que los opuestos se anulan, soy nada. Y comprendiendo que el universo es un absoluto equilibrio de opuestos, soy la pura expresión del Todo. Ustedes disculpen si creen que no marco diferencias pero en verdad dudo que todo esto no pueda aplicarse a ustedes, sólo necesitan quererlo.

No lo quieran.

8 de noviembre de 2012

Digan cómo

No digan por un país no sé cuánto, por una provincia no sé qué.

Digan cómo.
Digan un plan. Digan qué idea. Digan el proyecto. Digan los pasos. No digan para terminar con tal cosa, para continuar con tal otra. Digan cómo. Digan con qué recursos. Digan con qué criterio. Digan con qué medidas. No digan frases vacías. No digan palabras tan generales. No digan “seguridad” si no dicen cómo. No digan “educación” si no dicen cómo. No digan “cambio” si no dicen cómo. Digan cómo. Concretamente cómo. Sinceramente cómo. Digan las respuestas; las preguntas las conocemos todos. Digan visiones reveladoras. Digan algo de los pensadores que leyeron, cuáles rescatan, con cuál disienten. Digan qué saben de filosofía política, digan qué saben de los problemas de la gente. Digan qué saben de economía, digan qué recetas ya fallaron y cuáles aún no se han probado. Digan la historia, las causas. Digan cómo saben lo que saben. Digan algo que no haya dicho nadie, algo que no sepamos. No digan discursos que no dicen cómo. No digan obviedades. No digan vaguedades. No digan sólo los titulares de las cosas. Digan las cosas. Digan con qué cálculos. Digan de qué manera. Digan con qué medios. Digan por cuál camino. Digan cómo. Específicamente cómo. Técnicamente cómo. Detalladamente cómo. Sabiamente cómo. No digan sólo eslóganes. No digan por arriba. No digan “salud” si no dicen cómo. No digan “vivienda” si no dicen cómo. No digan “empleo” si no dicen cómo. No digan lo que ya escuchamos mil veces, lo que ya sabemos de memoria. Digan una que no sepamos todos. Digan y sorpréndannos por lo ilustrados, por lo preparados, por lo sensibilizados. Digan y sorpréndannos por lo creativos, por lo comprometidos, por lo bienintencionados. Digan lo que quieren hacer, pero digan cómo. No digan palabras recitadas. No digan frases hechas por los asesores de imagen. No digan discursos de cartón. Digan cómo. Simplemente cómo. Claramente cómo. Particularmente cómo. Responsablemente cómo. Digan un plan. Digan qué idea. Digan el proyecto. Digan los pasos. Por cuál camino. Con qué recursos. Con qué criterio. Con qué medidas. Digan cómo. Los estamos escuchando.


Por Mex Urtizberea

5 de noviembre de 2012

Distracción


Estaba viendo una película. Mi hermanito, sentado entre el gigantesco televisor y yo, volaba aviones que disparaban a supersoldados y mutantes muy mal hechos. Estas personas de plástico no tienen ruidos muy característicos, salvo que sus visiones de rayos sean muy potentes, pero el avión rompía records de estridencia cuando disparaba y no daba tregua al sonido cuando simplemente planeaba. No me impedía comprender la trama de la película que quise aprovechar a ver el rato que mis viejos salían con mis hermanas. No se me escapaba ningún sonido de la película pero se le sumaba el combate librado sobre las tablas del suelo.
Le puse pausa a la película. Dediqué ese momento a decidir si valía la pena pedirle a mi hermanito que no me rompiera más las pelotas o si convendría abandonar esta oportunidad de ver la película ya que de todas formas mi atención ya estaba impedida de concentrarse en la historia. Entonces me di cuenta que el nene se había silenciado de golpe, como si le hubiera puesto pausa a él. Lo vi que miraba la pantalla, se dio vuelta y me miró. Parecía preguntar, preguntar...
—¿Qué pasó?
—No puedo ver la película así
—¿Así cómo?
—Sin prestar atención
—¿Por qué no prestas atención?
Porque no me dejás, estás haciendo ruido, no me dejás escuchar, te estás moviendo adelante mío. Puede ser verdad que se haya ubicado ahí a proposito, entendiendo que estaba en medio de mi atención. Pero no podía acusarlo de nada porque era mi responsabilidad que yo desviara mi atención de la película al juego suyo. Finalmente no le contesté. Apagué la tele, me levanté del sillón, me senté a su lado y le pregunté:
—¿Qué estás haciendo acá?
—El ejercito quiere arrestar a Hulk y Iron Man y Capitán América vienen a salvarlo
—¿Hulk necesita que le ayuden?
—No sé –encoje los hombros, mira sus juguetes y los mueve en una mala imitación de juego.
—A ver... ¿qué tal si...? El ejercito había enviado a Iron Man y Capitán Yanqui a detener a Hulk. Cuando llegan ven que Hulk no había hecho nada malo, que intentaba ayudar, salvar a la gente de... –¿De qué podía ser? Le pedí que me espere y fui a mi pieza a ver si algo me podía servir. Encontré unas especie de cruzas entre dragón y dinosaurio que tenía de adorno y reaparecí con ellas–. Hulk intentaba salvar a la gente del resultado de unos terribles experimentos genéticos.
Me miró con la boca sutilmente abierta. Cuando me senté a su lado, seguía mirándome sin mover un dedo. Agarré el avión y los dinosaurios los dejé caídos por ahí. Iron Man y el Capitán habían desobedecido la orden del ejercito y ahora el ejercito los perseguía a ellos además de al hombre verde. Los heroes los tenía él y se defendía bastante bien. Después de que derribaran el avión, el mismo me sirvió como refuerzo del caído y los dinosaurios despertaron y volvieron al combate. Fue una batalla encarnizada hasta que llegaron mis viejos.
—A ver si salís del medio –saludaba mi vieja pasando a mi lado.
Mi viejo se sentó a la mesa y prendió la tele del comedor, inundando el éter. Mi vieja volvió del dormitorio y trajino de un rincón a otro de la casa. La menor de mis hermanas me saludó y se sentó a la compu del living, la otra fue a su pieza. Yo en el suelo del living, sentado con las piernas cruzadas y los dinosaurios en mi mano. Miré el DVD y los números verdes indicando la hora y los minutos en que la película estaba detenida. Me miré en el reflejo fastidiado de la pantalla apagada del televisor. Del otro lado del reflejo, mi hermanito me sonreía.

Más allá de la pared del desvelo

Los garabatos como llamas consumen las hojas en blanco. Las venas se ahorcan con cada frenético movimiento que persigue una idea como a fueg...