19 de abril de 2017

Soy un poema sin poeta
Soy versos fuera de la poesía
Paseo fuera de la comunidad
Echando lazos
Flechazos
Zarpazos

Me rodeo de sogas
Me rodeo de gente
Me rodeo de palabras
Me enfundo, enmascaro, careteo

Pido al sonido que grite
Que vibre y me agite
Sacuda mi corazón
para que no pare de latir
No puedo yo mantener el ritmo

La realidad es falsa
Conveniente
Impuesta
Puesta ahí para mí
No es mía, la debo, un préstamo eterno

No quiero lo que es
Nada de lo que es
Porque todo lo que es
Vuelve al mismo lugar
que nunca quise que fuera

18 de abril de 2017

Cronos

La habitación está oscura. La única luz que débilmente irrumpe viene del umbral que acabo de atravesar. Y un señor muy anciano está sentado en el extremo más oscuro. Lo conozco. Todos lo conocemos pero finalmente lo veo de frente. Tantas culpas eché sobre él sin siquiera mirarlo porque en cuanto te fijás en él es innegable, la culpa jamás pudo ser suya. No estoy muy seguro de por qué ahora me dirijo a él. Desde que entré todo lo previo parece tan lejano. Todo lo anterior al umbral. “Jamón y queso” le oigo decir “ya estás en la parte del jamón y queso”. No sé qué contestarle, un vago recuerdo, como reciente y distante a la vez, me hace demorar en responder: “no sé de qué me habla, señor”. “Sí, me entendiste” contesta y una línea se curva suavemente en una sonrisa condescendiente entre tantas arrugas. “Escucho las pausas” agrega a la vez que me dirige sus ojos hacia mí. Esos ojos. Dos globos oculares, con un hermoso iris dorado cruzado por las estrías que contraen y dilatan las pupilas. Pero sólo el iris, este viejo no tiene pupilas. Realmente sigo sin entender esa expresión con que me saludo. Y él tampoco parece escuchar mis confundidos pensamientos así como tampoco parece poder verme con esos ojos ciegos. Habla como si se tratara de un libro que ya leyó. Yo no puedo componer los eventos que me trajeron acá. Solo dispongo de impresiones. Mi cuerpo relajado, acobijado. La quietud del hombre es perturbadora ¿acaso no respira? Por momentos inclina la cabeza más hacia un lado u otro. Como si siguiera algún sonido. Pero todo es silencio como oscura es la habitación. Las culpas, ahora lo recuerdo. Vine por las culpas, es verdad. Estoy ante él porque quiero hablar con él. “Vine a pedir perdón” comienzo “perdón por haberle acusado de todo, por haberle atribuido el caos” Su sonrisa condescendiente cambia de forma pero mantiene la esencia. Todas sus delineadas facciones acompañan los gestos, acaso esté riendo tan silenciosamente. Entonces habla “No sirve a ningún propósito de mí, tu lamento; no tenés de qué preocuparte. Te rodean muchos caminos y estás siguiendo el tuyo. Haciendo, dirían ustedes. No puedo comprender más que lo que ocurre, para mí eso lo es todo. Me hablás de acusaciones y perdones, me hablás del caos. Todo eso me suena igual” Su silencio parece guardar infinidad de palabras. Que no las dice. Está cargado de secretos. Que no lo son. Por un instante, siento liviandad. La enemistad que le juré se siente tan absurda que parece un chiste. Un chiste más. En el silencio, él me mira con esos ojos sin pupila, entornados por párpados arrugados. Comienzo a sentir una presión a los lados de mi cabeza. Mi vista se desenfoca y me duele ver cómo todo el ambiente palpita. Algo parece ceñirse a mi sien. “Conocés el dolor temprano de cada día. Hoy no va a ser distinto” me dice mientras yo siento que me desvanezco “No es porque no hayas reposado suficiente. Tampoco es porque estés comenzando con el jamón y queso” su sonrisa se define ante mí pero en la confusión no comprendo si es condescendiente o burlona “Siempre es un gusto recibir tus visitas. Hasta la próxima”

6 de abril de 2017

Cachetadas y sopapos

Un baile frenético y esquizoide
Siento culpa para sonreír
La alegría me está matando
Río y río y río abajo te encuentro
Estas mirándome mal

No entendés
Sólo solo ahora
Pero en algún lugar no entendés
No te ves verme mal

La soledad me da vueltas
No contesta
Todo pierde gracia y diversión
¿Qué hago yo acá?

La corriente me arrastra
Siempre fue así y me atajé
Te atajé y te arrastré y ahora estás allá
Estallás, no, estallo, acá, yo
Estallo, te echo, me echás, te echás

¿Estás? No estás ya
Estabas ¿Estabas?
Estoy solo ¿Estoy?
¿Estaba? Tal vez no

Y fue siempre igual
Una larga orilla sin suelo
Un torrente seco
Y vos al final del recorrido
La ilusión eterna de tenerte en mis manos
La realidad imposible de perfilar
Salvo que te recorran mis dedos
Y encienda tus contornos
E ilumine la noche

Pero todo sigue siendo nada
No importa la luz
No importa la magia
No hay suelo y el río sigue seco

2 de abril de 2017

Te encontré una vez

Llegaste a mí en un sueño. Yo caminaba por una calle transitada y la luna se ocultaba tras las nubes. Estabas desperdigada en un contenedor de escombros como si los restos de una edificación. Me metí pisando la escoria, con delicadeza para no perder pie o estropear alguno de tus pedazos. Te recolecté de cada lugar en que te encontré. Te traje conmigo.
Hoy despierto cada día y estás junto a mí. En mi pequeña vida hice un humilde espacio para que fuera exclusivamente tuyo. Te veo cada mañana y te recorro cada noche. Como nunca antes, me invade la pasión. Veo mundos, veo dioses, creo. Ya sos parte de mí y mi existencia es ahora tan vasta. Cada vez que te reencuentro junto a mi lecho descubro una nueva emoción y revivo aquella primera cuando te encontré deshechada.
Lo siento tan vívido, tan presente. Una mixtura agridulce de desasosiego y esperanza. Tantas historias, tantas fantasías, a las cuales alguien había logrado desapegarse, quizás sin tanto esfuerzo. Tanto abandono pero el encuentro oportuno consecuencia de tal vandalismo. Del volquete a mi estantería. De la estantería a mi fuero más íntimo, a la constitución misma de mi ser, pero progresivamente. Con tiempo pero con una agilidad que no creía que existiera en mí mismo.
Y así como me completas y me expandís, siento próximo el día en que será absurdo retenerte a mi lado. No porque no pueda explotarse más el contenido de tu obra, sino porque habrá concluido el comienzo de un legado. Y te devolveré entonces al mundo para que otro suertudo reciba tu gracia, tu bendición. Jamás en un tacho, jamás entre la mugre, ya no. Ahora vivís de nuevo y para siempre

Más allá de la pared del desvelo

Los garabatos como llamas consumen las hojas en blanco. Las venas se ahorcan con cada frenético movimiento que persigue una idea como a fueg...