2 de abril de 2017

Te encontré una vez

Llegaste a mí en un sueño. Yo caminaba por una calle transitada y la luna se ocultaba tras las nubes. Estabas desperdigada en un contenedor de escombros como si los restos de una edificación. Me metí pisando la escoria, con delicadeza para no perder pie o estropear alguno de tus pedazos. Te recolecté de cada lugar en que te encontré. Te traje conmigo.
Hoy despierto cada día y estás junto a mí. En mi pequeña vida hice un humilde espacio para que fuera exclusivamente tuyo. Te veo cada mañana y te recorro cada noche. Como nunca antes, me invade la pasión. Veo mundos, veo dioses, creo. Ya sos parte de mí y mi existencia es ahora tan vasta. Cada vez que te reencuentro junto a mi lecho descubro una nueva emoción y revivo aquella primera cuando te encontré deshechada.
Lo siento tan vívido, tan presente. Una mixtura agridulce de desasosiego y esperanza. Tantas historias, tantas fantasías, a las cuales alguien había logrado desapegarse, quizás sin tanto esfuerzo. Tanto abandono pero el encuentro oportuno consecuencia de tal vandalismo. Del volquete a mi estantería. De la estantería a mi fuero más íntimo, a la constitución misma de mi ser, pero progresivamente. Con tiempo pero con una agilidad que no creía que existiera en mí mismo.
Y así como me completas y me expandís, siento próximo el día en que será absurdo retenerte a mi lado. No porque no pueda explotarse más el contenido de tu obra, sino porque habrá concluido el comienzo de un legado. Y te devolveré entonces al mundo para que otro suertudo reciba tu gracia, tu bendición. Jamás en un tacho, jamás entre la mugre, ya no. Ahora vivís de nuevo y para siempre

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Más allá de la pared del desvelo

Los garabatos como llamas consumen las hojas en blanco. Las venas se ahorcan con cada frenético movimiento que persigue una idea como a fueg...