14 de febrero de 2017

Los despojos

Yo esperaba que fuera más como en las películas. Me esperaba una sensación de vacío absoluto, la consciencia de que las grandes capitales del mundo han sucumbido al silencio. No es así. Si llueve, miro a la calle y siento que nadie sale porque nadie saldría, que no se oye un alma porque los apaga el torrente de agua y el concreto de las paredes. Si no llueve, pasear por las calles vacías no es distinto de cuando había gente, si no estaban todos en un centro comercial estaban resguardados en sus casas. Creo recordar que las plazas se turnaban para recibirlos, que siempre alguna estaba vacía, la que yo elegía, como ahora. La sensación de intrusión en hogares ajenos fue de las primeras cosas que perdí, ya hoy dura lo que tardo en pestañear y donde sea que entre es mío.
Todavía encuentro no perecederos en las casas aunque me tienen un poco podrida ya. Los tarros de miel son salvadores, esos le dan sabor a este abandono. Gracias que hay yerba por todos lados, el buen árbol que se bancó toda la destrucción del planeta. Supongo que puedo dedicarme a leer, esos no caducan. Lástima que nunca fui de leer, no entiendo el sentido de nada de lo que encuentro escrito. Si es ficción, es demasiado pretencioso; si son ensayos, ninguno habló de algo que pareciera interesarme. Muchas opciones no hay, nada eléctrico funciona, las usinas dejaron de andar mucho antes de que despegaran los cohetes. Creo que el alma no se me fue a los pies sino que se me fue a la mierda cuando llegué tarde al último.
"Hay una estación funcional orbitando Júpiter" decían todos y todos lo creían. Creo que debo ser la única humana viva. Y no puedo extinguirnos definitivamente porque me ganó la apatía. Qué locura. Porque ninguno de esos cohetes puede sobrevivir tanto viaje, no es verdad. Lo mismo daba que viajara con todos en esa lata o que me quedara acá, lo más probable es que me terminara rodeando gente desagradable y después no tuviera dónde meterme para escaparles. Qué fastidio, no se me ocurre ni pensar que el mundo esté vacío, si yo caminara lo suficiente, es cantado que llego a algún poblado. No pudieron vaciar el planeta realmente, no se puede hacer algo así de grande. ¿Además de qué vivirían allá? ¿Van a inventar comida?
¡¿Qué fue eso?! Algún animal. No recuerdo que quedara ningún animal. Bah, se habrá desplomado alguna mampostería. Aunque repiqueteó ¡Ahí está de nuevo! Tengo que esconderme. O me meto en un edificio. Pero voy a hacer ruido probando si está abierto, además de que me estaría metiendo en una caja y si me encuentra me arrincona ¿Pero quién? ¿De quién estoy hablando? Es simple, atrás de algún coche. No entiendo cómo pudieron dejar tantas cosas preciadas al irse. Ahora, alguien está acá, no, algo. Algo está acá, será algún mutante, algún animal que mutó para sobrevivir a estas ¿cómo se llamaban? Olas de vapor volcánico. Qué nombre más ridículo, y quieren que les creamos que vamos a vivir en Júpiter.
Es... es un hombre. No, no, no puede ser, cómo va a ser, por qué tengo más miedo que cuando me esperaba a un mutante. Pero es un hombre, me va a hacer daño, va a abusar de mí. No, eso hace rato que no pasa, además me sé defender, bastante me he defendido en la vida ¿Cuánto hace que no se habla de abuso por parte de los hombres? No estoy segura de estar recordando un pasado mío, mi abuela recordaba algo. Y ella tampoco llegó al cohete, pero por otro motivo.
—Hola –¡la puta, me encontró!
—Hola, sí ¿Quién sos?
—¿Importa? No creo que sirvan los registros civiles entre estos despojos ¿Cómo estás?
—Los registros civiles quizás no pero hay que preservar algo de civilidad ¿no? –Lo piensa el salame, piensa lo que le digo, es así de simple, demostrame que no sos un depravado y listo.
—Tal vez. Benicio mi nombre ¿Querés decirme el tuyo? –Uh, le digo mi nombre o le digo cualquiera. Su nombre ya es cualquiera, no creo que me esté diciendo la verdad.
—Ehm... Daniela, encantada –Bueno, no olvidó la civilidad de darse la mano.
—Bien, ya estamos escribiendo

Dice cosas extrañas. Hace comentarios de cualquier cosa que ve o que se le ocurre y no contesta a nada de lo que le pregunto. Quizás estoy siendo poco directa. Estuvimos paseando por toda la ciudad. Lejos de agotarme, tanto caminar me aburre en un punto, pero él parece inmutable al respecto. Cuánto haría que venía caminando cuando lo encontré, como mucho desde la tarde pasada. Cuando se vienen las olas esas hay que estar a resguardo, no estaría afuera ¿O sí es un mutante?
—¿A dónde estarías queriendo ir? –A ver si me contesta esto al menos.
—Al campo, quiero ver qué quedó del campo.
—No quedó nada, o no importa lo que quedara, es arriesgado mandarse tan lejos de la urbe. Si no es porque te podés quedar sin comida, es porque en cualquier momento viene una ola de vapor y tenés que tener un edificio en el que meterte.
—Sí. Creo que hay una especie de lona hecha de plomo que resiste ese viento. Aunque conduce el calor, pero con otra manta de tela abajo quizás se puede armar una carpa o algo.
Me trajo caminando al borde de la ciudad, qué cerca que estábamos. Yo no doy un paso más. No veo que tenga nada de equipo que dice que puede servir. Y ya empiezo a sentir el azufre. Voy a buscarme refugio, él que haga como guste. No me hago una idea de cómo sobrevivió tanto tiempo. Me pongo a pensar ahora que estoy abriendo esta puerta, tendría que haberlo pensado antes, que no quiero compartir habitación ni edificio con este completo desconocido.
—Andá, buscate un edificio, apurate que ya llega –no hago a tiempo a que él entre en uno y yo me busque otro edificio, quizás ya son demasiadas precauciones. No se me había acercado, está todavía en la calle mirando a algún lugar lejano. Va muy tranquilo al edifico de enfrente, el picaporte no cede y el bruto la patea. No puedo creer que se rompa tan fácil, supongo que los edificios no aguantan tanto como creía esas oleadas, tendré que considerar resguardarme bien adentro.
No tengo muchas opciones con este pibe. Va a andar atrás mío, es irremediable, se nota que necesita de compañía. Yo ya me acostumbre a la soledad pero no se me ocurre cómo despedirlo e irme por otro lado sin encontrármelo de nuevo. El mundo es muy chiquito. Capaz que tiene un plan pero no imagino que haya algún plan que funcione en este contexto. Y qué habrá querido decir con que ya estamos escribiendo. Sandeces, la mitad de las cosas que dice no tienen sentido, la otra mitad tienen la mitad de sentido.

Es impresionante cómo los edificios se extienden hasta donde termina la ciudad. Las calles se convierten en rutas de repente, los edificios se terminan y no hay más habitáculos, solamente las zanjas a la vera del camino y la larga sombra que proyectan las construcciones. Me pone nerviosa alejarme tanto de los refugios pero supongo que con una corrida podemos cubrirnos a tiempo. Tampoco voy a dejar que vague mucho más. Aminoramos la marcha acercándonos a la zanja, el pasto está alto y un musgo patinoso recubre el asfalto. Ahora que lo noto, va a ser más difícil volver corriendo, detesto estos nervios, esta inseguridad que no se parece a la de no conocerlo a él, esta inseguridad es material. Puede pasar lo peor ya.
—¿Qué te parece el ocaso? A pesar de tanto deterioro sigue siendo hermosa la Tierra.
—¿Notaste que cada vez ocurren con más frecuencia las oleadas? –no voy a seguirle cualquier hilo, no estoy de humor y él no ayuda.
—Sí, noté que hay seguidillas cada vez más cerradas. Igual, todavía hay lapsos largos, "treguas". Hubo tres oleadas juntitas, calculo que la próxima será en un par de días. También tuve la impresión de que lo que llamo treguas ocurre con más amplitud cada vez. Pero no hay un equipo de estudiosos que respalde, confirme o refute algo de lo que estamos hablando, así que es hablar en el aire. Nada de lo que digamos es válido.
—No me tranquiliza, igual. Tampoco me tranquilizaría que un "equipo de estudiosos" lo confirme. Se fueron todos por lo que los científicos decían de que la Tierra iba a explotar, se fueron con la promesa de vivir en Júpiter ¡En Júpiter! ¿Cómo puede sonarles sensato algo tan descabellado? ¿Cómo puede tanta gente caer en esa mentira? –por qué se me cierra la garganta– ¡¿De qué van a vivir cuando se les acaben las provisiones?! ¡¿Qué van a hacer con sus vidas encerrados en esas latas?!
Ni me mira, sigue mirando al cielo. No entiendo qué me agarrá pero parece que ni se enterara. Tengo lágrimas en la cara, que enchastre con el polvo que hay en el aire y se pegotea en la piel. Por favor contestá algo. Y ahora frunce la nariz, habrá olido azufre. Se equivocó, viene otra ola. Me voy a la ciudad. Tengo que ir a paso veloz pero firme, no quiero resbalar con el musgo de la ruta. Qué detestable sensación, por mucho que afirme los pies me patino al menor descuido. Aquel me llama; si no habló antes, ahora que aguante a que pasemos la tormenta. Ay la puta madre quiero llegar a resguardo. El otro no se levanta. Me parece que mañana voy a ser yo sola de nuevo.

—Perdón por tardar en contestarte anoche. Estaba queriendo ordenar muchas cosas que decir. Pero te fuiste de repente ¿Qué pasó?
—¿No vino...? ¿No te fuiste a refugiar? Vino una oleada anoche, te vi olerla.
—No, anoche me estaban molestando los mocos, no hubo ninguna oleada. Si te parece hablamos un poco de todo lo que planteabas ayer. –Falsa alarma. El cielo está amarillo como siempre, incluso parece recuperar algo de la claridad que no veo hace una semana. Anoche no pasó nada. Cómo pude alarmarme tanto si yo misma no olí nada en el aire. Pero estaba convencida.
—Te escucho
—Uh, cuánta solemnidad para tan humilde orador. Bueno, para empezar tengo que estar de acuerdo en que es descabellado hablar de vivir en cualquier planeta de este sistema solar que no sea este, porque este es el único para el cual estamos hechos. Marte es árido y estábamos lejos de poder moldear la atmósfera a nuestra conveniencia. Pero sí desarrollamos suficiente ingeniería para crear micro–atmósferas. Ya veo que te molesta que lo cuente como en primera persona. Esa estirpe de especialistas, los especialistas en tomar medidas y crear hipótesis y los especialistas en inventar y desarrollar lo que llamamos tecnología, son la razón de que conocieras la vida como la conociste. Bueno, ellos vieron un camino de salvación para la humanidad, porque este planeta no nos va a perdonar lo que le hicimos. Acá nos morimos nosotros pero alguna especie animal surgirá capaz de habitar los mares ácidos y de caminar la tierra arrasada por esas bocas sulfurosas que se abrieron por doquier y que provocan que nos acovachemos cada vez que eructan su ponzoña. Ningún planeta orbita al sol a la distancia adecuada y justamente Júpiter no es un planeta que vayas a pisar, porque es mayormente gaseoso, y el suelo que se le ha estado estudiando es clave para el plan que implementaron pero no podríamos pisarlo sin ser descuartizados por los vientos que conforman lo que llamamos Júpiter. Bien sabés que esos cohetes llevaban a nuestros congéneres a las estaciones espaciales, desarrolladas para cada nación, en órbita a Júpiter. No sé si te contaron el detalle. Las provisiones fueron calculadas para aguantar el viaje y los primeros meses de asentamiento en las estaciones. No sé si te fijaste pero mucha de la comida que estaba produciéndose estas últimas décadas es imposible que proviniera de la Tierra. Estoy seguro que mucha de la comida a la que estás acostumbrada fue producida en las fábricas. Sintetizar alimentos no es muy complicado pero es difícil encontrar la energía para hacer andar esas industrias. Algunos de los elementos químicos necesarios también eran sintéticos. Allá en Júpiter la historia es otra, esos mismos elementos son endé... se encuentra en estado natural, solo hay que cosecharlos.
Tal vez tiene sentido lo que él dice. Tal vez debí correr con más fuerza, tal vez no corrí con suficientes ganas. Ahora veo el cielo distinto. Nunca supimos por qué nacimos. Nunca supimos por qué entonces debíamos morir. De alguna forma nunca nos importó ¿Por qué habría de importarnos ahora? Somos los despojos de la humanidad. La siempre trabajosa tarea de abrir los pulmones a la respiración por una vez me resulta ligera. Estamos solos en un planeta que no nos deja deambularlo. Parece conforme él. No sé qué apariencia habré tenido cuando me alteraba que no me viera mientras le hablaba ni si le importó fijarse en ello. Pero pude escucharlo perfectamente y fundir sus palabras con el paisaje. Me sentía mal cuando renegaba de todos esos discursos y ahora que me permito escucharlos, se siente bien pero siento otro malestar como si el mismo se hubiera desplazado. No puedo ni empezar a imaginar qué destino les depara a aquellos que están atravesando la negrura del espacio en este momento ¿Será tan negro el espacio? Ellos saben. Pero acá ya no importa. De nuevo no importa. No me importó cuando pudo ser de interés, ya es tarde para que pueda importarme.
—¿A vos qué te pasó que perdiste el cohete?
—A mí nada, no quise subir. Los dejé ir nomás.
—¿Entonces por qué sonreís?
—Bueno, es más fácil sonreír cuando acepté las consecuencias ¿Vos sí lo perdiste?
—Me quedé dormida. Parece joda, me desperté a tiempo para correr y ver que cerraban todo y se iban. Nadie me vio llegar sin aliento cuando ya encendían los motores. No quedaba nadie en la estación de micros que se los llevaba al cohete ¿Por qué lo dejaste ir? ¿Por qué te quedaste?
—Se habló mucho de ese plan y de que algunos tendrían que quedarse. Nadie, nadie iba a aceptar quedarse. Sabía que, si iba, presenciaría la selección de quienes tendrían que quedarse. No quería que me elijan ni quería ver cómo elegían a otros que desesperarían por subir. Preferí quedarme y ahorrarme todo ese espectáculo.
—No lo había pensado. Qué extraña decisión ¿Y cómo es que no nos cruzamos con toda esa gente que debió quedar? ¿Cómo es que no te crucé antes?
—No sé. Supongo que algunos no pudieron sobreponerse a quedar fuera de la salvación. No sé los que intentarían seguir adelante, tampoco me crucé a ninguno. Yo recién llego acá, vengo de más cerca del puerto. Tengo esta idea quizás no tan apremiante pero aún a considerar de que habrá que rebuscar en otros poblados a medida que se vaya agotando el alimento.
—¿No te parece que corremos el riesgo de encontrar a otros supervivientes?
—¿Por? ¿Soy yo un riesgo?
—No, pero sos otro humano, y hacés que vuelva a ser humana. Y cuantos más seamos, a más vamos a tener que cuidar, o traicionarnos. No veo nada alentador en ningún panorama. ¿Cómo es que no encontraste esa dichosa lona? No es que tengas que comprársela a nadie.
—No la busqué, sé que las hay pero no me interesó en ningún momento buscarlas. Quizás ahora valga la pena tratar de sobrevivir.
Ahora empiezo a ver que ese destello en sus ojos no es de simpatía, no es de esas sonrisas leves que solamente arrugan los ojos. Ahora noto cómo se constriñe sus voz en su garganta.
—Bueno, a buscar pues. Y supongo que no es tan mala idea buscar supervivientes. De todo lo que hablamos igual dudo que encontremos un auto que sea capaz de andar.
—Puede ser ¿Sabés algo de mecánica?
—Nada
—Aprenderemos
Aprenderemos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Más allá de la pared del desvelo

Los garabatos como llamas consumen las hojas en blanco. Las venas se ahorcan con cada frenético movimiento que persigue una idea como a fueg...