29 de agosto de 2013

La Transacción

Esa noche entró en su habitación sin saber que se sumergía en las profundidades de una oscura caverna. Tan oscura como oscura debía ser su habitación, tan profunda como pequeña era su habitación, su cuerpo aún creía la mentira de estar llegando a aquel colchón en que solía dormir o más bien desvelarse usando su portátil. Ni aún la portátil que sostuvieron esas manos era la computadora que se disponía a usar, se trataba del vórtice que lo tragaría para siempre y devolvería al mundo un homúnculo maltrecho.
¿Cuántas historias han leído los lectores de gentes reemplazadas cuyos reemplazos continúan esas vidas convencidos de ser aquellos a quienes reemplazan? El chico vuelto no siendo el mismo se tragaba las lágrimas que no llegaban a salir de sus ojos. Se regodeaba en el placer de saberse miserable. Se lamentaba más de sus frágiles dedos incapaces de trozarlo en tiritas que de los tormentos que se vio forzado a presenciar del otro lado del vórtice.
Sentía en su cerebro unos dedos ajenos recorriéndole las sinapsis. Veía a su alrededor tentáculos saliendo de las paredes, azotando el aire, amenazándolo. Todo duraría hasta que asomó la cabeza en el vórtice una vez más y el vórtice absorbió todas las porquerías que flotaban dentro y fuera de sus huesos. Cayó rendido mientras el sol salía y la familia se activaba.
Cuando los trabajadores se iban y la casa quedaba toda para él, su mente flotó hasta aquellos pensamientos ocurridos en la oscuridad de la noche. Aquello fue como estirar el brazo y acercar esa experiencia, la sintió sobre la piel. A su alrededor, donde los suelos suben por las paredes, los tentáculos volvieron. Él comenzaba a entender. Los tentáculos se sacudían y agrupaban allí donde él fijara su vista. Formaron un círculo alzándose como las rejas de una jaula. Llegaron al techo. Él aún esperaba a que allí en el centro surgiera aquel que buscaba visitarlo.
En medio del suelo de la jaula, distorsionando el entorno, emergió una coronilla. Los tentáculos descendieron en la misma medida en que el cuerpo ascendía. Era un cuerpo conocido. Era su viva imagen. Era su reflejo. Eso era lo que veía. Era una ilusión. El chico pensó que para ese truco se habría inspirado en los espejos pues flotando en el aire se veían los rayones de reflejos de luz. Le tentaba estirar el brazo y tocar, pero aún le temía.
- ¿Vos sos -comenzó a decir débilmente- el todopoderoso?
-Nah, yo no diría eso. El todopoderoso no. Diría que un todopoderoso.
- Qué modesto -no pudo contener un dejo de ironía. Temió las represalias por su atrevimiento pero sólo hizo reír al diablo- ¿Venís a llevarme?
- No, para nada ¿Vas a contarme lo que te pasó?
La garganta se le cerró como si uno de los tentáculos del diablo se enrollara en su cuello, pero no habían tentáculos. No podía conjurar una palabra que reflejara lo que ese vórtice vomitó en su interior. Tampoco toleraba ignorar las intenciones del diablo. Y detenerse a contestar sus preguntas era absurdo, el ser todopoderoso no podía ignorar las respuestas. Y así era que no las ignoraba.
- "Lo que no te mata, te fortalece" -citó luego de una medida larga pausa- es una gran mentira. En este momento sos la prueba de ello. Estás débil porque todavía sobrevivís. Estás débil porque aún no tomó de vos todo.
- ¡¿Qué cosa no tomó todo de mí?! -gritó inconteniblemente, impotente- ¡¿Qué fue lo que pasó recién?! ¿Qué quiso decir todo eso? ¿Qué quiere decir en una vida? ¿Qué hacés vos ahí? ¿Cómo podés ser real?
- Lo que hago yo acá -respondió sin perder la compostura ante un pendejo histérico- es proponerte ser la veracidad de ese dicho.
Hacía pausas, disfrutaba el efecto que la prolongación del tiempo y la vaguedad de las palabras tenían al atravesar la existencia del chico. Esta vez lo agotaba la confusión, no estalló en preguntas armadas al vuelo. Estaba débil, era verdad que el vórtice le había sacado algo, y también era parte de la verdad que él mismo esperaba la oportunidad de tirar lo que quedara de sí por la cloaca. Le costaba procesar las palabras del diablo ¿Qué quería decir? A través de pequeños alineamientos en su mente pudo deducir que el diablo (o tal vez un diablo) había venido a él para fortalecerlo luego de haber sobrevivido.
- Por supuesto que voy a pedirte algo a cambio. Fijate en que mi "todopoder", como cualquier "todopoder", es capaz de reacomodar a gusto la composición de la existencia. A ver si me estarás escuchando ahí. Pido tu vida a mi nombre. La fortaleza que vas a recibir de mí será "la claridad de las sombras". Digámosle un mapa mental de los rincones del mundo que no son alcanzados por la luz. Con eso tal vez seas capaz de convertir esa vida insignificante que te queda en una vida hecha y derecha, por supuesto que mía, pero a tu disposición hasta que te llegue la muerte que elijas.
Era todo muy confuso, no se tomó ninguna pausa para decir todo eso, si bien no lo dijo velozmente. Pero ahora callaba y esperaba, sin ansiedad que se reflejara en su rostro. El chico tuvo un primer impulso de aceptar, luego el miedo le indico que debía morir antes que aceptar un pacto con un diablo. Su mente comenzó a aligerarse, algo ocurría. Sus cienes aún pesaban pero su pensamiento era ligero y despejado. Despejado como una noche sin nubes, no como un cielo celeste.
- Ya aceptaste -lo interrumpió el diablo cuando el chico se disponía a acceder al trato-. Te garantizo que tus miedos eran infundados, en estos momentos sos tan libre como cualquier humano que te puedas cruzar. Tu libre albedrío está intachable. Sí, existe el libre albedrío, y no, no habrá juicio al final de los tiempos, no existe tal final.
Se disolvió en el aire como una bruma, entre dulces risas. Sin horrores, la secuencia terminó. El chico estaba ahí parado en su casa, a minutos de que volviera de la escuela su hermana. Nadie sabría nada.

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