16 de diciembre de 2010

Retrato / Cuadro / Pintura

Da vueltas dentro de un salón cuyas paredes sostienen retratos de mentes. No está solo pero nadie está con él. El salón es amplio y todos conversan con alguno, de pie sobre artísticas cuadrículas. Pero las mentes aplastadas contra las paredes son, por lejos, más interesantes que esos burdos diseños en el suelo.
Él contempla esos cuadros, con algo de miedo, pero firme y orgulloso. Los cuadros tienen profundidad, profundidad que amenaza con engullirlo. Los cuadros, sólo algunos, tienen caras; y esas caras, si bien no directamente, tienen cuerpos. Siente él que pronto lo descuartizarán.
Pero se pasea orgulloso de todos modos. Nadie lo acompaña y nadie reconocerá que lo hayan absorbido las pinturas. Muchos de los allí presentes ni registran los cuadros, demasiado abocados a las charlas que sostienen. Quizás estos tantos eligieran ese espacio cargado de profundas magias para envolver sus conversaciones, para tener una iluminación que resalte las palabras. Pero este efecto se pierde en la ignorancia.
Él se pasea orgulloso de todos modos. Entre algunos pocos, él pasa, algunos pocos que se aglomeran a ver las pinturas con cuatro, seis, ocho ojos pseudo-críticos. En la compañía se resguardan de la amenaza de esas pinturas.
Algo ralentiza su paso que no pierde firmeza. Algo semejante a la piel de esos cuadros, corteza de esas mentes. En la distensión del tiempo, los cuadros se presentan a sus ojos más amplios, si era posible. Distingue los elementos que los componen, que no eran árboles en praderas, ni familias aristocráticas, sino tal vez almas.
Cada pie pisa fuerte, separándose en tiempo más que en espacio. Todos los presentes se desdibujan, quizás se hubieran retirado instantes antes y ahora el reconoce esas ausencias mediante la transfiguración de rostros y cuerpos. Ahora absorto en este nuevo cuadro parecen ya no existir aquellas amenazas enmarcadas. Las irreconocibles figuras ya no son presencias junto a él, sin embargo, se siente más acompañado. Este sentimiento difícilmente sea agradable ¿Qué ocurrió? Flamean esos seres a su alrededor, dirigiendo a él sus rostros sin gesto, o con todos los gestos amorfamente fundidos.
¿Qué ocurrió? Él ya no avanza pero continúan las traslaciones de todo. Una danza entorno a él, una danza de rojizas tonalidades. Tonalidades que recordarían atardeceres si no fuera por su intensidad. La intensidad propia de flamas, de ardores ¿Qué ocurrió? ¿Qué ocurre?

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