8 de mayo de 2019

Zombie

La imagen de la dejadez es recurrente. La vida es una lucha por ser, por existir o por encontrar evidencia de que somos parte del mundo que nos rodea. Algunos abandonan esa lucha. Acaso encuentran lo abrumador que es el mundo. Algunos se abandonan al mundo, son arrastrados, son llevados. Los destinos son tan diversos que uno puede temerse los peores destinos para estas personas, los hay peores que la muerte. Por mucho que temamos en nuestra observación, es innegable que otros se dejan arrastrar por la corriente de eventos y encuentran buenos puertos, lugares que les contienen, amor. Acostumbramos pensar en estos términos, somos protagonistas de esta historia, actores de nuestras acciones, objeto de las acciones de los demás y de todo lo que sucede. Es raro sentirse abandonado por uno mismo. Quizás la recurrencia de palabras confunda. No hablo de lo que se diría al hablar de dejadez. Cuando uno observa a otro "dejarse", lo piensa a él dueño de esa acción, actor de su abandono. Digo que es raro abandonarse y quedarse abandonado, dejarse y quedarse dejado. Mi yo actor y dueño de sus actos no está aquí, aquí está mi yo objeto de su propio abandono. Aquí tratando de dar sentido a un mundo abundante y hermoso pero cruel y frío. El sentido nunca va a llegar. Hace tiempo se sabe que no hay un sentido propio al mundo sino que el sentido es algo que elaboramos nosotros y por él nos guiamos. Hoy ningún modelo de sentido me sirve de guía. Soy capaz de elaborarlos con hermosas florituras pero no hay un lugar en que quepa mi ser dentro de esos sentidos. Amo hasta que entiendo que no hay vínculo con el objeto de mi amor, recuerden, soy objeto yo también. Odio hasta que entiendo que no hay vínculo con el objeto de mi odio, recuerden, soy objeto yo también. Deseo un mejor mañana hasta que entiendo que yo no soy parte de ese mañana, no soy sujeto, no tengo la potestad de apropiar nada. Lloraría pero luego entiendo que no soy quien para llorar, entonces me interrumpo, atajo la lágrima y relajo la garganta. Apurar el fin de esta historia sería maravilloso pero no me pertenece.
Es que me abandoné, no estoy aquí. Una broma habla de que, llegado el apocalipsis zombie de nuestras fantasías, no estaríamos luchando por la supervivencia como fantaseamos sino que estaríamos arrastrándonos para comernos a nuestros seres queridos.
Sospecho, porque no estoy aquí presente para comprobarlo, que en algún momento me cansé de mí. Habré visto algo impropio en este ser material y he soltado esta vida. Aquí estoy ahora siendo brazos y vísceras, un embrollo de pensamientos y sentimientos caóticos. Allí en algún otro lugar estoy yo, o quien debí haber sido, allí estoy con toda mi grandeza y la maravilla hermosa del ser que debí ser. Qué bien que se haya ido, aquí seguramente se hubiera entristecido o enfurecido, todas esas cosas que casi siento yo hasta que entiendo que no soy. Lamento que ustedes se perdieran tan maravilloso ser, lo hubieran amado o lo hubieran odiado, hubieran sabido que hacer con él.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Más allá de la pared del desvelo

Los garabatos como llamas consumen las hojas en blanco. Las venas se ahorcan con cada frenético movimiento que persigue una idea como a fueg...